SACROPROFANO / “LA RENUNCIA DEL PAPA CUMPLIÓ SU OBJETIVO, UN NUEVO IMPULSO MISIONERO” @sacroprofano

@sacroporfano, COLUMNA, INTERNACIONAL
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
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CIUDAD DEL VATICANO.- Fue el rostro mediático de Benedicto XVI durante buena parte de su pontificado. Como portavoz papal y director de la sala de prensa del Vaticano, Federico Lombardi acompañó a Joseph Ratzinger en las buenas y en las malas. Con sutil habilidad supo responder a las crisis más caprichosas, desde el caso Ratisbona hasta el escándalo “vatileaks”. Para muchos vaticanistas, sus múltiples virtudes se expresaron de mejor manera en los días de la sorpresiva renuncia del Papa y la elección de Francisco, entre febrero y marzo de 2013. Exactamente cinco años atrás.

En un nuevo aniversario de la dimisión leída en latín por Benedicto, en una mañana gris de aquel 11 de febrero de 2013 en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico y ante un puñado de cardenales, el sacerdote jesuita repasó en esta entrevista (concedida para un documental de inminente publicación) sus vivencias esos días que sacudieron a la Iglesia católica y al mundo.

¿Cómo vivió aquellos días de la renuncia?

Los viví con mucha serenidad, fue una sorpresa naturalmente para el mundo. En cierto sentido fue una sorpresa también para mí, porque yo tampoco había recibido una información precisa con mucha anticipación de lo que el Papa iba a hacer aquel 11 de febrero. Al mismo tiempo, no consideraba esta alternativa absolutamente imposible porque él había ya hablado en el libro-entrevista “Luz del Mundo” (con el periodista Peter Seewald), eso yo no había olvidado. Todas las personas que trabajaban con él se daban cuenta que, aunque desarrollaba bastante bien su tarea, lo hacía con un empeño de sus fuerzas que había llegado ya al límite. Por ejemplo, el viaje a Líbano, su último viaje al extranjero había salido muy bien pero se veía que estábamos al límite de las fuerzas. Así también ocurría con las grandes celebraciones.

¿Usted lo consideraba posible, entonces?

No me tomó completamente por sorpresa. Fui avisado con la suficiente anticipación como para poder manejar la situación en lo que correspondía de mi parte, comunicando a los periodistas y explicándoles lo que el Papa había dicho aquella famosa mañana. El Papa Benedicto había llegado bastante al límite de sus fuerzas para el desempeño normal del ministerio.

¿Cómo se comunica una noticia tan importante para la historia de la Iglesia?

La presentación que debí hacer de la renuncia aquella mañana fue para mí muy desafiante, me di cuenta de la grandísima sorpresa y el grandísimo interés que esta noticia había suscitado, no sólo para la prensa sino también en el pueblo cristiano y en la opinión pública en general. Era muy importante dar una presentación serena y objetiva de las motivaciones. Para mí el texto de la renuncia fue absolutamente claro y completo, muy característico de Benedicto XVI en su seca claridad y sinceridad. Me encontré muy a gusto con este texto, llevé otros dos para comentarlo, uno era el libro-entrevista en el cual, algunos años antes, el Papa había comentado la eventualidad de una renuncia en un modo extremamente claro y el otro era el Código de Derecho Canónico que explica cómo ocurre una renuncia papal. Allí ya estaba considerada esa opción, no era una cosa imposible.

¿Y después, qué ocurrió?

El tiempo sucesivo fue un verdadero camino realizado junto a los colegas periodistas y a la opinión pública para cumplir, paso a paso, este tramo hasta el término efectivo del ministerio de Benedicto XVI al final del mes, la preparación del Cónclave y la elección del Papa sucesivo. En este tiempo hubo mucho para descubrir porque, de hecho, era una situación nueva, que no se verificaba desde hacía siglos y, por lo tanto, muchas soluciones a problemas y preguntas que se presentaban debían ser encontradas por las autoridades competentes. Existía un clima de admiración y gratitud a Benedicto XVI, por su valentía al tomar esta decisión, por su humildad en el reconocer él mismo ante Dios que sus fuerzas no eran ya proporcionales al empeño de gobierno de la Iglesia, que podía esperarle si hubiese continuado aún en su ministerio petrino.

¿Cómo vivió el Papa emérito ese tiempo?

Benedicto XVI continuó presidiendo las celebraciones, el famoso Miércoles de Ceniza, el encuentro con el clero romano, las audiencias generales y los ejercicios espirituales, fueron todos eventos que él vivió con gran serenidad y control espiritual, dándonos mensajes preciosos que nos ayudaron a vivir esta situación nueva con confianza, como una lectura espiritual de los acontecimientos hasta el día que dejó el Vaticano. Recordamos todos con conmoción este vuelo hacia Castel Gandolfo y el saludo que él dio desde el balcón de la villa pontificia explicando la actitud de retiro y oración en el cual entraba para prepararse, también, en la última etapa al encuentro con el señor.

¿Qué impacto cree que tuvo esta renuncia?

La decisión de Benedicto XVI alcanzó el objetivo que se proponía, es decir crear un espacio de gran libertad para el Colegio Cardenalicio para reflexionar y prepararse a la elección de un sucesor que pudiese dar ese impulso a la Iglesia del cual se sentía necesidad. Impulso en la situación del mundo, en la situación cultural, social, espiritual que vivimos y también en la situación de cierto cansancio, cierta dificultad que se podía sentir en la Curia Romana después de las dificultades que el Papa Benedicto había encontrado y que todos conocemos, a las cuales había hecho frente muy bien, con seriedad y con mucha fuerza. Esto efectivamente exigía un nuevo empuje para poder ser verdaderamente superadas, para ir más allá recuperando un camino dinámico, misionero, más lleno de entusiasmo y de perspectivas positivas.

¿Afectó de alguna manera en el Cónclave posterior el hecho de contar con un Papa retirado?

Creo que hubo la expectativa de siempre cuando uno espera un nuevo Papa. Es un momento histórico en la vida de la Iglesia y se vio cómo el mundo mire con atención a la Iglesia. Existe la expectativa de una persona que tenga la autoridad de guía moral y espiritual para la humanidad. Esta vez la situación era distinta, porque el Papa precedente no había fallecido. Ciertamente no hubo el aspecto litúrgico de las exequias del pontífice difunto, pero más allá de eso los cardenales sabían claramente que el pontificado precedente había terminado y que se trataba de elegir un nuevo Papa en la plenitud de su autoridad y de su responsabilidad.

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