SEXTANTE: ” INTIMIDADES DEL OFICIO” / FEDERICO REYES HEROLES, #MartesDeColumnas EN @Excelsior
Con el paso de los años descubrí el enorme trabajo previo a sentarse al teclado
¿Por qué empeñar semanalmente varias horas en un artículo de opinión? En los últimos años ronda la idea de que es para defender o denostar, a favor o en contra. Una vez aplicada la etiqueta, la principal función de la crítica se perdió para todos.
Comencé con un compromiso semanal, en 1981. Manuel Becerra Acosta me empujó. En ese momento mi padre estaba en el “exilio” político. Se había distanciado de López Portillo, quien lo corrió de Gobernación. A Becerra Acosta yo no lo conocía. Leyó algo mío y me llamó. Dirigía el Unomásuno. Era un hombre rudo, me presionó, le dije, sí, pero de política internacional, que siempre me ha interesado. Pero también de la interna, reclamó. Acepté. Había que entregar en físico todos los viernes por la tarde. Próximo paso, una tostada en Los Guajolotes. Allí conocí a grandes amigos que, por fortuna, conservo. A los otros —que ya se fueron— los conservo en otra dimensión. En ese momento me di cuenta del compromiso. Yo escribiría para el lector, dando argumentos, información. A estudiar los temas. En ocasiones coincidiría con el gobierno; en otras, no. No tengo militancia y, si se me permite, tampoco una ideología, palabra que me saca urticaria.
Con el paso de los años descubrí el enorme trabajo previo a sentarse al teclado. Aportar información dura, defendible ante terceros, como se dice en epistemología, de lo equívoco o acertado de una ruta era el reto. Secretarios de Estado y presidentes me invitaron a platicar y discutíamos, a veces duro. Si me convencían con información interna, eso a mí no me servía. En otros casos yo los convencía. Uno tenía que llegar armado. Desde Salinas hasta Calderón, mantuve un diálogo franco con distintos grados de recepción. A los siguientes nunca los vi.
Caí en cuenta de que uno era una especie de “asesor áulico”, es decir, trabajaba uno para ellos por la convicción de que lo dicho o escrito podría ser útil a la vida pública. Difícil explicar las largas horas de estudio que hay detrás de cada artículo. Sé que en ocasiones les molestaban mis materiales. En otras, se ponían felices. Pero eso no estaba en mi horizonte. Uno compara políticas públicas en el mundo, analiza resultados y, pensando en nuestro país, se propone al lector la vía que parece mejor. Es un grano de arena que en ocasiones provoca reflexión. Me ocurrió que me hablaran por la noche para retomar una argumentación. Puede surgir nueva información y todo cambia. El analista se equivoca. Pero, en una actitud de buena fe, afuera de Los Pinos, hoy Palacio Nacional, hay una riqueza, un patrimonio de primera, bien informados y que son un patrimonio. Por supuesto, también farsantes, pero el lector o radioescucha o televidente no tarda en darse cuenta. Ellos califican.
Por eso me preocupa sobremanera que la polarización inducida por seis años haya provocado una simplista división de amigo o enemigo.
La simplificación niega el valor intrínseco de la diversidad y la pluralidad. El debate público se enriquece cuando más cabezas ponen atención a un asunto. Eso ayuda a los gobernantes a tomar mejores decisiones y… todos salimos ganando. La negación de los argumentos y la “tómbola” son una vergüenza. Sheinbaum hereda seis años de una mecánica comunicativa de predominancia. Las llamadas “mañaneras” son un excelente instrumento para imponer una agenda, pero a la larga, son una trampa. El jefe de Estado se expone a diario a un escrutinio controlado, en el cual no hay pluralidad. Se encierra en su “cámara de eco” y se pierde de la posibilidad de razonar. Sale a defender, no a escuchar. Eso genera una sensación de impotencia.
Si todas esas horas empleadas en convencer de lo absurdo —la reforma al Poder Judicial— hubieran sido utilizadas para analizar los argumentos de los “asesores áulicos”, la República marcharía mejor. Todo régimen tiene enemigos. Pero la obsesión de controlar todo puede provocar la más dramática asfixia: sólo respirar lo que exhala.
“Por no escuchar, al borde de una crisis constitucional”.