SEXTANTE: ¿MEJORES? / FEDERICO REYES HEROLES, #MartesDeColumnas EN @Excelsior

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

¿Será romanticismo, ingenuidad? La palabra progreso engaña.

¿Estamos creciendo como seres humanos?

Las sociedades progresan en el sentido material. Los recuentos de instituciones como el Banco Mundial o de Naciones Unidas lo confirman: de 1990 a 2014 más de mil millones de personas salieron de la pobreza extrema. Las carencias se reducen. Los niveles educativos también se han elevado, el analfabetismo disminuye, no a la velocidad deseada, pero disminuye. La educación es conocimiento, sin duda, pero sobre todo supone una forja en valores que nos guíen en la vida. Se podría suponer que a esos avances correspondería una superación del comportamiento ético de las personas. Sin embargo, algo anda muy mal en el mundo y… también en México.

Hace casi una década, Transparencia Internacional lanzó un extraño concurso: Unmask the Corrupt, desenmascara al corrupto. Así surgió la lista de los 15 casos más escandalosos: Zine el Abidine Ben Alí, expresidente de Túnez, robó a sus paisanos alrededor de 2 mil 600 mdd; la FIFA, con 81 casos de lavado de dinero; en Petrobras sólo faltaron 2 mil mdd. La lista sigue, Viktor Yanukovych, expresidente de Ucrania: fortuna incalculable; tráfico de jade en Myanmar; Martinelli, de Panamá, sólo 100 mdd; el hijo del presidente de Guinea Ecuatorial –75% de la población en pobreza– con un emporio; Hosni Mubarak, Egipto, mil mmd de fondos oficiales. Y aquí estamos en 2024, con Trump acusado ene veces de cargos de todo tipo, ya con una condena, pero… con altas probabilidades de ganar. Y Biden junto, con un hijo acusado de evasión fiscal. La solidez ética no está de moda.

AMLO no ve mal escalonar el relevo, fue la cabeza de un diario de circulación nacional. La noticia era real, pero ¿de qué país estamos hablando? Uno que ha hecho de las obsesiones de un individuo una forma de gobierno. Falso que apoderarse del Poder Judicial sea algo nuevo en él. Desde la campaña, frente a los consejeros de un banco, lanzó su intención de crear una nueva sala especializada en corrupción. En abril de 2019, el senador Monreal lanzó la iniciativa tercera sala, con lo cual se hubieran hecho del Pleno con 16 ministros. En abril del 2021, AMLO brindó su apoyo a la propuesta aprobada por el Senado para prolongar dos años más el periodo del presidente en turno de la SCJN. A eso se le sumaron propuestas de ministros muy cuestionadas, o sea, la intención fue muy clara desde el inicio. En el país de un solo hombre –porque no sabemos si le va a permitir a Sheinbaum ser ella– conocer los ánimos presidenciales es más importante que los principios que deben regir al Judicial, los tres millones de casos que están en curso, o el futuro profesional de más de 5 mil juzgadores. Todo sin conocer los verdaderos problemas.

¿Qué tanto ha calado el ejemplo de esa amoralidad potenciada con el megáfono en seis años? Uno de los motores típicos del voto es el castigo y el premio. Veracruz y Yucatán son la antítesis. La alternancia en los tres órdenes de gobierno crecía. ¿Qué pasó? La polarización –buenos contra malos– ganó. La ostentosa compra de voto funcionó. Los acarreos no avergonzaron. Falsear identidades, afrodescendientes, diversidad sexual o varones que se registraron como mujeres biológicas, se volvió moda.

La abierta persecución política de críticos y periodistas no importa. El ostentoso desperdicio de recursos en las obras faraónicas no entró en la balanza. Los monumentales escándalos de corrupción no pesaron. El nepotismo fue aceptado. La mentira sistemática como forma de gobierno recibió aprobación. El desprecio por las mujeres y sus causas no sublevó. La controvertida militarización y los dudosos resultados de la GN bajo el mando militar no fueron tema. Los insultos a la CDMX, a las clases medias, a las universidades –la UNAM en particular– y a los gremios no escandalizaron. Ésa es la herencia ética de AMLO que muchos aplaudieron.