SEXTANTE: ¿TRAICIÓN? / FEDERICO REYES HEROLES, #MartesDeColumnas EN @Excelsior

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

En el baile del poder, el traidor encabeza la danza.
La calidad de su paso revela la de su espíritu.

Elogio de la traición,

D. Jeambar e Yves Roucaute

¿Es la lealtad un atributo, algo consubstancial a una persona? ¿O quizá es adquirido, por principios, por convicción? De las parejas, en el amor, no se exige lealtad, sino fidelidad, vinculada a la fe. Pero en la política, la fe en una persona puede ser suicida. Hay lealtades superiores a lo personal. Ése es el territorio que descubrió Maquiavelo. Es un código propio.

“Un príncipe –afirmó el sabio– nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas”. Todos sabemos que los políticos mienten, así conquistan conciencias, no tienen alternativa. No es perversión, sino ingeniería. Todo aquel que habla de cómo será el futuro, miente. Pero no es infidelidad ni deslealtad. Tampoco amoralidad, como se le ha querido atribuir al florentino. El príncipe debe defender a su pueblo. Y, si en esa lucha se desdice, se contradice, miente o… traiciona una fidelidad, su acción estará justificada. Es otra ética. México vive días cruciales en su historia. De aprobarse la sobrerrepresentación en el INE y después en la Sala Superior del Tribunal Electoral, habremos retrocedido medio siglo. En las democracias se defienden los intereses de las mayorías y de las minorías, potenciales mayorías. Si Morena se apropia de la Constitución, regresaremos a la oscuridad autoritaria. Una regresión histórica.

Es momento de definiciones. Sheinbaum tiene frente a ella disyuntivas que determinarán la vida de un país de 130 millones. Primera: lealtad a AMLO y a Morena, o a los principios que defendió de joven. Segunda: ser leal a las verdades acreditables o seguir en la danza de mentiras. Si opta por las verdades, ya sabe que las finanzas públicas requieren un ajuste severo. No lo dirá, pero deberá imponerlo. Tercera: sabe que el atentado a la autonomía del Judicial le traerá a México una terrible ruptura institucional… y empobrecimiento. Para muchos inversionistas, México dejaría de ser un país confiable. Sabe que restañar esa herida llevaría muchos años, más de los que tiene. Además, la reforma es imposible de implementar y el fracaso sería muy caro, en pesos. Heredaría una república embarazada de un engendro: tres Poderes en uno. Sabe que la obsesión por acabar con los órganos autónomos (Inai, CRE; Inegi, Cofece, IFT, Coneval, CNDH), y seguir velando al INEE, le restará una enorme legitimidad. Ser juez y parte en la acreditación de verdades públicas es un pésimo negocio. Todo por ahorrarse 84 mdp. Otra burla.

Sabe que la obsesión es patética: desaparecer al Inai (mil millones), pero subsidiar las pérdidas de Pemex por 300 mil es una afrenta al sentido común. Sabe que muchas personas cercanas al Presidente están enredados en corrupción muy seria. Sabe que Estados Unidos –gane quien gane– ya dio un viraje en su política antidrogas, irán tras de quién sea. Todos incluidos. Sabe que necesita profesionales muy serios para sacar adelante al sector energético y que la futura secretaria de Energía, con ese perfil, necesita el control de los consejos de Pemex y CFE. El gabinete inicial –con ostentosas imposiciones– le pega en la exigencia de distancia, pero eso tiene solución. Sabe que al interior de las Fuerzas Armadas también hay problemas de corrupción, de violación a los derechos humanos y que el esquema de seguridad ha fallado. Sabe que el huachicol está en las nubes. Sabe que el empresariado promete las perlas de la virgen, pero que las cifras no van bien, igual que en IED. Sheinbaum sabe que el aparato educativo está hecho pedazos y que la construcción del futuro empieza allí.

Durante años ha estado siempre allí, aceptando, para poder acceder al poder. Ha sido el camino de otros. Ya llegó. La primera mujer presidenta enfrenta una exigencia moral, allende cualquier compromiso, una exigencia, del poder. El príncipe no tiene deudas con nadie.

Traición sería no pensar en los mexicanos.