SU ULTIMA COLUMNA PUBLICADA HOY EN EXCELSIOR: HECHICERIA Y AMOR

DESTACADAS, NACIONAL

nacional_15El ser humano no ha podido vivir sin atender o buscar presencias todopoderosas que lo expliquen y le ayuden a sortear problemas…

Brujería, palabra rodeada de sinónimos malvados donde reina un poder sobrenatural. Para el común de la gente, es un conjunto de supersticiones y prácticas de encantamientos que ejercen brujos y magos capaces de convocar a espíritus malignos. Dentro de estas legiones, los hay buenos y malos. El brujo debe poseer poderes que rompan con la realidad, dominar a las fuerzas naturales. En tales acepciones, aparecen con frecuencia figuras diabólicas. Nació con el ser humano. No hay cultura que haya carecido de magos, hechiceros, brujos o curanderos. No están distantes de las religiones que dicen operar milagros y al tiempo combaten, en momentos con violencia, a nigromantes o agoreros. Pareciera ser una vocación de corte femenino. En Europa, luego de la bula de Inocencio VIII, año 1484, mataron a más de 300 mil mujeres acusadas de ser aliadas de Satanás. La hoguera recibió menos hombres.

La magia, por definición, es el arte o ciencia oculta con la que se pretende producir, valiéndose de conjuros, pócimas, ciertas acciones extrañas, según cada rito y sus adeptos, con la intervención de seres sobrenaturales. Sin embargo, contravenirlas no es misión exclusiva de la brujería, asimismo está en poder de las religiones y esto también es un fenómeno ancestral. El ser humano no ha podido vivir sin atender o buscar presencias todopoderosas que lo expliquen y le ayuden a sortear problemas, crisis o males. Hoy en día, usar la hechicería es ejercer prácticas demoniacas. El catolicismo, digamos, exorciza y eso está regido por una normatividad compleja. En algunos países como el nuestro, los viejos ritos considerados herejías, paganismo o blasfemias, coexisten con las religiones más aceptadas. Las hay incluso que están más ligadas al mal tradicional, como la Santa Muerte.

En términos generales, para James George Frazer, en su obra cumbre La rama dorada, la magia es un sistema espurio de leyes naturales, así como una guía errónea de conducta; es una ciencia falsa y un arte abortado. Considerada como tal, es decir, como expresión de reglas que determinan la consecución de acaecimientos en todo el mundo, podemos situarla como magia teórica; vista como una serie de reglas que los humanos cumplirán con objeto de conseguir sus fines, puede llamarse magia práctica.

El defecto fatal del encantamiento no está en su presunción general de una cadena de fenómenos determinados en virtud de leyes, sino en su concepción por completo equivocada de la naturaleza de las leyes particulares que rigen esa serie de acciones. El brujo piensa que puede hacer llover o provocar un terremoto. En la Biblia, Dios parte en dos las aguas del mar y resucita a Lázaro.

La magia, en muchos países y muchas razas, ha pretendido controlar las grandes fuerzas de la naturaleza para favorecer al hombre o castigarlo, y si esto ha sido así, los que ejercieran tal arte deberían ser necesariamente personajes de importancia e influencia en cualquier sociedad que diera fe a sus pretensiones extravagantes, y no sería cosa de admirar si en virtud de la reputación que gozaran y del respeto que inspiraran pudieran algunos de ellos alcanzar la autoridad de una posición más alta sobre sus crédulos compañeros. De hecho, se señala la frecuencia con que los magos han evolucionado hasta llegar a jefes y reyes. La historia antigua está llena de ejemplos. En el siglo XX, Hitler creyó en la hechicería e intentó que fuera su aliada. Los resultados fueron desastrosos.

Si pensamos que el espiritismo, la habilidad de comunicarse con quienes han dejado la vida corporal, no es algo distante de la magia o quizá de la brujería, y recordamos el éxito que tuvo durante los fines del siglo XIX y principios del XX, es imposible dejar de lado al hombre que inició la Revolución Mexicana: Francisco I. Madero, un personaje que se creyó elegido por los espíritus para transmitir mensajes; los recibió e incluso llevó puntual registro de sus conversaciones con ánimas en sus libretas espíritas que están publicadas. Pero no halló un espíritu generoso que le advirtiera de la traición de Victoriano Huerta.

La brujería es común entre los mexicanos. Basta ir al Zócalo o al Mercado de Sonora para recibir limpias, comprar extraños productos que alejan el mal de ojo o para recibir favores amorosos de una mujer. Catemaco, Veracruz, es un paraíso de la brujería blanca, quizá también negra, todo depende qué buscamos. Su poder y éxito funciona aún en las naciones más avanzadas, donde pareciera que  magos y nigromantes han sido confinados a teatros y
circos. Pero no la veamos con desdén: su utilidad no ha sido poca, no sólo entretiene en las fiestas infantiles, sino que nos permite buscar ayuda para resolver los problemas que padecemos. Las religiones, como la católica, la desdeñan y prohíben, la miran como resultado de las acciones del Demonio, sobre todo en Europa y EU, que uno imagina civilizados. Pese a todo, la brujería y su prima, de trasfondo sexista, han dejado enseñanzas y proporcionado alivio. La gran aportación de aquellos que buscaron convertir el plomo en oro, los alquimistas, fue la de transitar a la química, mientras que los magos han sido eje de grandes espectáculos, los hay que han desaparecido ciudades enteras, como David Copperfield. Lo he visto en televisión, pero me consta que en dos ocasiones desapareció enormes elefantes sin trucos aparentes y rodeado de una música ambiental enigmática para enseguida volar por el escenario.

Falta ver el uso de los embrujos en el amor o penetrar en el mundo oscuro de mujeres vampiras que pecan de suficiencia o de hombres que, no conformes con la fuerza que les dio la naturaleza, recurren a pócimas y a hechiceros para doblegar a las mujeres que los rechazan.

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