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COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

Así se llamaba un show con gran popularidad en 1977, que se transmitía por televisión nacional. Para una parte de la sociedad, hyperconservadora.


Así se llamaba un show con gran popularidad en 1977, que se transmitía por televisión nacional. Para una parte de la sociedad, hyperconservadora, representaba en ese entonces casi una ofensa ver una mujer con un ajustado leotardo llamando con el dedo índice a la audiencia a verla de cerca. Para otro segmento les dejaba boquiabierta su atractiva sensualidad.

Eso es justo lo que ocurrió con otra Olga, ésta de apellido Sánchez Cordero. Una mujer que ha presumido, derrochado y “defendido” un supuesto feminismo, una mujer que como a muy pocas personas se le ha dado la oportunidad de ocupar cargos importantes para lograr cambios de fondo en la sociedad. Primera mujer notaria, ministra de la Suprema Corte de Justicia, Senadora plurinominal, Secretaria de Gobernación y desde la próxima semana Presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República.

En su trayectoria su labor más determinante ha sido “estar”, en lugar de “ser”, postura que ha afectado tanto a nuestro país por la omisión y complicidad que esta representa. Estuvo con Ernesto Zedillo hasta que lo convenció de nombrarla Ministra en la Reforma al Poder Judicial y específicamente a los integrantes de la corte y Ulises Schmill, en un proceso post TLCAN, sin que haya dejado algún legado jurídico o de pensamiento y concepción del Estado Mexicano, es decir, sólo estuvo y brilló por resoluciones pro PRI.

Lo mismo bajo los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, quedar bien, dando bandazos con algunas resoluciones con tal de proteger intereses. Tal como evidenció su cantinfleo jurídico con la ampliación de la llamada ley Bonilla en Baja California, mostrado en un video difundido dando un espaldarazo a uno de los iconos de la inconstitucionalidad, así fue como juzgadora. Casos como el de Florance Cassez, Rosendo Radilla, Fobaproa-Ipab, observaciones y recomendaciones de la ASF, fueron testigos de la postura prácticamente incomprensible para los abogados constitucionalistas más relevantes y serios de este país.

Con el mismo estilo y comprometiendo la “entrega” de la SCJN, Andrés Manuel López Obrador le abrió las puertas y dio acceso a los intereses detrás de Olga, incluyendo al priísmo dinosáurico profundamente molesto con Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray, fundamentalmente. Ella lo que quería era “estar” de nuevo, a toda costa Una familia que en sus aspiraciones y anhelos está ser vistos como al gran Jesús Reyes Heroles, que el propio AMLO tanto ha mencionado, o como a Fernando Gutiérrez Barrios, con poder, incidencia, fortaleza e inspiración para muchas generaciones, incluyendo a los Sánchez Cordero, que lo único que lograron fue transformar el “estar” en posiciones notariales, juzgadores y magistraturas.

No hay integrante que no haya sido beneficiado con alguno de estos títulos. Su esposo Eduardo García Villegas, notario; su hermano Jorge Sánchez Cordero, notario; su hija Olguita, notaria; Paula, magistrada; Francisco Eduardo, notario. El único que no alcanzó, fue su sobrino Jorge, ninguneado por Mario Delgado y Claudia Sheinbaum en sus aspiraciones a la alcaldía Álvaro Obregón, porque la señora tía ya tenía demasiado en el morral, y además ello refleja fielmente la diferencia entre estar y ser.

Su encargo en la Secretaria de Gobernación no tenía mayor relevancia, por el contrario, dicen los más cercanos, que sus subordinados no le hacían caso, incluso la espiaban, grababan y controlaban su agenda, hasta afirma la mayoría que después de la comida no regresaba a Bucareli, porque no tenía ni con quien comer.

Estar significaba para Olga tener que tolerar groserías e insultos del Presidente y de otros integrantes del gabinete; que su coordinador de asesores la intentara engañar a diario; que sus subordinados empezando por el ex subsecretario Ricardo Peralta hiciera negocios a sus espaldas, comprometiera el poder y creara una oficina de gestoría paralela; y el resto de los Subsecretarios ni caso le hicieran.

Por mucho una posición lejana en peso y trascendencia a la de los anteriores Secretarios de Gobernación, o a la de grandes feministas que han incidido, mujeres y hombre que han cambiado países y generaciones. Su último evento en el Ejecutivo y el primero en el Senado de la República lo reflejan todo. Su acuerdo con Ricardo Monreal quien impulsa a Marcelo Ebrard desde hace un par de años, le permitió aterrizar sin sobresaltos en el Senado y ocupar la Presidencia.

Es una pena que una mujer (por las razones que sean), que ha tenido la oportunidad de ocupar importantes cargos políticos, y que por décadas ha utilizado la bandera del feminismo, haya decidido sólo “estar”. Así cerrará su vida política. Sin nada que inspirar.

¿Y AMLO? Sonriente…

Y no es pregunta.

POR MARTHA GUTIÉRREZ
ANALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA
@MARTHAGTZ