UN DÍA COMO HOY 18 DE MARZO PERO DE 1844 NACE EN RUSIA EL MÚSICO NOKOLAI KIRSAKOV: @gallorobledog
GUSTAVO ROBLEDO / SAN LUIS POTOSÍ, SLP.- Como les compartí en otras fechas, la Rusia zarista del siglo XIX tiene exponentes en la música clásica tan grandes y espectaculares como sus obras mismas: el inmenso –y mi favorito- Tchaikovsky (“El Lago de los Cisnes”, “El Cascanueces”, “La Bella Durmiente”) o el gran Alexander Borodín (“El Príncipe Igor”).
He de confesar que los maestros rusos son los que me provocan un mayor gusto de explosiones musicales, sensaciones de estruendo y con algunas de sus obras logran transportarnos a la fantasía de cuentos maravillosos.
El gran ruso Nikolái Rimsky-Kórsakov es autor de una obra emblemática de la música clásica: “Scheherezada”, soberbia pieza llena de colores que evoca cuentos orientales, mi favorita, por cierto.
“Las mil y una noches” son esos eternas noches de fantasía con los que Scheherezada logra cautivar al malvado sultán que pretendía disponer de su vida a la mañana siguiente, pero que con sus viajes en alfombras mágicas, el asoleado valle arábigo, princesas y Simbad el marino, la fría sombra desértica o Aladino y su lampara maravillosa, le envuelve en el misterio y el sueño, posponiendo su ejecución cada noche y a nosotros envolvernos en esta interpretación del maestro ruso, donde con la imponente instrumentación da vida a sus personajes y pasajes.
El tercer acto de esta obra, “El joven príncipe y la joven princesa”, es una bellísima pieza traducida del cuento donde intervienen las cuerdas y los vientos. Un juego de sensualidad seductora por la conquista que pretende el apuesto príncipe -interpretado por las cuerdas- a la hermosa princesa -interpretada por los vientos- en un dialogo romántico y amorosamente travieso, una gran riqueza lírica, una canción de amor luminosa por la gran orquestación
Hoy les comparto esta pieza en la batuta del Mtro. Valery Gergiev y la Orquesta Filarmónica de Viena
(El 4:30 es la parte más pasional y romántica de este fragmento)
