VATICANINSIDER/ LA “MANO INVISIBLE” DEL PAPA EN AMÉRICA LATINA

COLUMNA, INTERNACIONAL

ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ

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CIUDAD DEL VATICANO.- Construir un pozo de agua. Una sala de salud. Un tractor. Un aula escolar. Un salón parroquial. Pequeñas acciones, pero con una inestimable capacidad transformadora. Sobre todo si llegan a pueblos y aldeas donde falta todo. Desde hace 25 años, el Papa tiene una “mano invisible” en América Latina. Es una fundación y se llama “Populorum Progressio”. A lo largo de su vida ha destinado 41 millones de dólares a financiar el desarrollo de las comunidades indígenas, campesinas y afroamericanas en esa región. Ahora celebrará su aniversario con una conferencia en Roma, para renovar el compromiso y buscar nuevos derroteros.

“No es fácil hacer publicidad de estas cosas. El mandamiento evangélico dice: Tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda, y por otro lado es necesario decir lo que se hace. Este equilibrio no siempre es fácil”, confiesa Segundo Tejado Muñoz.

Este sacerdote español, subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, es también miembro del consejo de la fundación. Él sabe lo difícil que es mantener ese trabajo hormiga. Una labor desconocida, que raramente capta las primeras planas de los periódicos. Aunque su impacto es tangible, incluso muchos años después de entregado el financiamiento.

“A veces financiamos proyectos que parecen no tener mucho futuro, como aportar a la compra de un semental en una comunidad ganadera. Luego en los años sabemos que tienen un desarrollo impresionante. La imaginación de las personas que trabajan la tierra es impresionante. Una vez financiamos la adquisición de gallinas, pensamos que se las comerían, pero al final se convirtieron en una cooperativa que produce miles de huevos al día. Todo con esas pocas gallinas que pudieron comprar y la estructura pequeña que alcanzaron a montar”, contó.

Por tratarse de proyectos pequeños, las aportaciones económicas son más bien modestas. En torno a los 10 mil dólares para cada uno. Se trata de responder a la necesidad puntual, no de alimentar megalomanías.

Todo nació en 1992, tras un largo viaje apostólico de Juan Pablo II por varios países de América Latina. El Papa quiso que el consejo esté compuesto exclusivamente por obispos y arzobispos latinoamericanos, y que la sede de la fundación se ubique en Bogotá, Colombia. Desde entonces, anualmente, el consejo de administración delibera las peticiones y asigna los recursos. Unas 200 iniciativas son aprobadas cada vez.

“Intentamos hacer algo, no resolvemos los problemas porque los problemas son más grandes de lo que podemos hacer nosotros, pero es un signo de la presencia del santo padre en medio de estas poblaciones, indígenas, sobre todo”, insistió Segundo Tejado.

Desde su creación, “Populorum Progressio” ha patrocinado cuatro mil 300 proyectos. En este tiempo el país con más aportes ha sido Colombia con 690 acciones financiadas por siete millones de dólares. Le sigue Brasil con 536 (5.2 millones), Perú con 512 (cinco millones), Ecuador con 409 (3.6 millones), Bolivia con 333 (tres millones), México con 206 (casi dos millones de dólares) y Haití con 198 (2.2 millones). Datos más bien aleatorios, porque los apoyos son deliberados de acuerdo a los proyectos presentados y no según su nacionalidad. Pero, al mismo tiempo, resultan indicativos de las naciones con más necesidades.

Uno de los criterios clave para la asignación de los financiamientos es que se trate de “proyectos participativos”. Iniciativas de las propias comunidades que, gracias a la ayuda de los misioneros, encuentran vías para pedir el apoyo. El siguiente paso es obtener el aval del obispo del lugar, una especie de certificado de garantía. Cada solicitante está obligado a dar seguimiento a la realización y entregar, al final, las cuentas correspondientes.

Esto hace de la fundación un caso raro, porque prácticamente no tiene gastos administrativos. Muchas de las fundaciones civiles destinan una feta importante de sus presupuestos al pago de sueldos, viáticos y oficinas. Pero aquí se dinamiza la estructura ya existente de la Iglesia católica, abatiendo el gasto corriente.

Empero los desafíos permanecen, 25 años después. El primero de ellos es convencer a “gente de buena voluntad” e instituciones que “quieran dar una mano”. Obtener así nuevos donantes que permitan ampliar el número de proyectos apoyados. Eso llevaría a diversificar las fuentes de financiamiento, que por ahora se concentran casi exclusivamente en la Conferencia Episcopal Italiana.

Para afinar estrategias y mirar hacia el futuro se organizó, para este martes 12 de diciembre, la conferencia “25 años al servicio del desarrollo humano integral, mirando al futuro”. Intervendrán, entre otros, el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano; el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos y Guzmán Carriquiry Lecour, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina.

Ante la posibilidad que todas estas ayudas económicas se malinterpreten, Segundo Tejado precisó: “El paternalismo es una actitud que lleva la persona, no un proyecto. Si el proyecto nace en el lugar y se busca quién pueda financiarlo, supera esa tentación. El paternalismo lo lleva la persona que se siente superior, quiere imponer su forma de ver las cosas. Un pozo de agua no lleva ideología, se necesita y se hace. El paternalismo es una actitud que muchas veces llevamos nosotros y que hace mucho daño, porque siempre es una forma de sentirte superior a los demás. Pero la actitud cristiana es sentir que los demás son superiores a ti”.

Y apuntó: “No es nuestro estilo hacer propaganda de las cosas, son nuestras obras las que deberían hablar. Quizás estos proyectos no tienen ese eco mediático que algunos quisieran, pero no es sencillo estar presente en los medios con estas iniciativas que tienen un carácter distinto. Son las obras de la institución y de los hombres los que dan publicidad”.
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