VATICANINSIDER/ ¿OBJETIVO SODALICIO? “SALVAR EL CARISMA” @sacroprofano #Jueves+Columnas

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ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ

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CIUDAD DEL VATICANO.- “Salvar el carisma”. Es el objetivo principal de la intervención determinada por el Vaticano al Sodalicio de Vida Cristiana. Así lo afirma, palabras más, palabras menos, el decreto emitido hace unos días por Roma y que sorprendió a los miembros de esa sociedad de vida apostólica de origen peruano, incluida la cúpula. Apenas esta semana el Papa reveló detalles de cómo decidió responder la Santa Sede al escándalo surgido por los abusos del fundador, Luis Fernando Figari, y otros altos exponentes. Si bien despejó dudas, dejó también algunas interrogantes.

Cuando el 10 de enero pasado, la sala de prensa vaticana emitió un escueto boletín anunciado el nombramiento de un “comisario apostólico” en la figura del obispo colombiano Noel Antonio Londoño Buitrago, la noticia cayó como una bomba al interior del Sodalicio. Nadie la esperaba. Tanto los superiores, como prácticamente todos sus miembros, se enteraron de la novedad a través de la prensa. El gesto no cayó bien, aunque resulta una práctica consolidada en la Curia Romana: cuando la decisión es grave, raramente se informa por anticipado.

Más allá de las formas, la decisión fue bien recibida en diversos sectores de la organización. Sobre todo, entre aquellos miembros fieles que desean acabar de una vez con la mala imagen acumulada en los últimos años, en torno una obra que sienten como suya y parte de la Iglesia.

El Vaticano prefirió mantener bajo reserva el contenido del decreto de “comisariamiento” (como se le llama en la jerga eclesiástica a la intervención) emitido por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. De hecho, se dio orden a todos los integrantes del Sodalitium de mantenerlo bajo reserva, al menos por ahora. Pero, según pudo saber el Vatican Insider, el texto apunta prioritariamente a “salvar el carisma”.

¿Qué significa? En primera instancia, esa decisión tiene dos consecuencias implícitas. Por un lado, la voluntad del Papa y la Santa Sede de no disolver el grupo que, según algunas estimaciones, alcanza a unas 20 mil personas en diversos países. Aunque los consagrados, sacerdotes y miembros más comprometidos constituyen un grupo más reducido. Por otra parte, es claro que necesita un nuevo rumbo y dejar atrás una cultura interna con serias deficiencias.

Al inicio de esta semana y a su regreso de Lima, tras la visita apostólica por Chile y Perú, Francisco dio detalles hasta ahora desconocidos (o al menos no confirmados públicamente por autoridad eclesiástica alguna) del caso. Sobre el fundador, Figari, fue específico: se le investigó, se llevó a cabo un proceso en su contra, se le halló culpable no sólo de abusos sexuales, sino también de “manipulación de conciencia”, y se le aplicaron algunas medidas que él apeló.

“El proceso del fundador entró en la Santa Sede, se le dio una condena. No se lo expulsó del Sodalicio, sino que vive solo. Una persona lo atiende. Él se declara inocente de las pruebas que hubo en el juicio y apeló a la Signatura Apostólica, que es la Suprema Corte de Justicia del Vaticano. La causa está en apelación. Por los datos que tengo saldrá en menos de un mes. Lleva un año el proceso, pero en menos de un mes saldrá”, agregó.

El pontífice no se quedó ahí, precisó que la justicia civil peruana ya intervino y aunque dijo no estar muy al tanto, afirmó que “la cosa es bastante desfavorable al fundador”. Además, explicó que aquel juicio vaticano fungió como “gatillo” para que otras víctimas presentaran denuncias eclesiásticas y civiles. Pero Bergoglio no llegó a establecer, al menos en su declaración, cuál será el destino de Figari. Como él mismo lo explicó, se encuentra en Roma y es atendido, incluso económicamente, por el mismo Sodalicio lo cual es, de por sí, una situación paradójica.

Aunque varios altos mandos del movimiento preferirían deshacerse del fundador, el Papa y el Vaticano parecen considerar una mejor opción que ellos se hagan cargo del personaje, sin expulsarlo definitivamente. Esto podría resultar una alternativa mejor en la práctica, pero no coadyuva a la imagen pública de la Iglesia. Hoy por hoy, en Perú y otras partes existe la percepción de que Figari permanece en Roma protegido, cuando no encubierto, por la Santa Sede.

En sus declaraciones a bordo del vuelo papal, Francisco habló de una persona “que parecía de mucha virtud, murió e investigando se descubrió que tenía doble vida”. Aunque no dio el nombre, se refería a Germán Doig, vicario general y mano derecha del fundador. Si bien el pontífice ubicó aquella crisis “20-25 años atrás”, en realidad el caso explotó públicamente en 2011. Tras su muerte en 2001, la cúpula sodálite comenzó pesquisas para un proceso de beatificación, pero en 2008 aparecieron testimonios de sus “inconductas”. Aquello era, apenas, la punta del iceberg.

Quizás Bergoglio ubicó tan atrás en el tiempo aquellos episodios porque conoció bien al Sodalicio cuando aún era cardenal en Buenos Aires. Es más, él mismo concedió a un grupo de sodálites el uso por un tiempo limitado de su residencia arzobispal en desuso, una amplia casona en un importante barrio de la capital argentina. Con ellos, el ahora Papa inauguró la costumbre de asignar su casa a alguna orden o movimiento recién llegado a la diócesis.

Resulta significativo que Francisco haya comparado ahora la crisis en el movimiento peruano con aquella vivida por los Legionarios de Cristo. Apenas siete años atrás los sodálites ni siquiera consideraban la hipótesis. No sólo la rechazaban, la fustigaban.

En estos días, tras el anuncio de la intervención, diversos observadores se preguntaban qué había orillado a la designación de un comisario, una medida para ir a fondo que ni siquiera le llegó a tocar a la Legión, aunque Bergoglio las considera crisis análogas. Sobre todo tomando en cuenta que el Vaticano había enviado a un delegado apostólico que vigilase y sancionado a Figari.

El mismo delegado y cardenal, Joseph William Tobin, había dicho en su momento que el Vaticano aún confiaba en la cúpula del Sodalicio, encabezada por el superior Alessandro Moroni, y por eso no nombraba un comisario. Pero esa confianza duró poco. En realidad le tocó al purpurado estadounidense recomendar la intervención.

Así lo explicó el Papa: “El cardenal Tobin hace la visita, descubre cosas que no entiende o que no están claras, nombra dos veedores económicos; y este es el tercer abuso, que también rozaba el fundador: manejo económico. Y después de un estudio recomienda comisariar el Sodalicio. Llegó la carta de él hace cuatro semanas, se estudió el caso y hace dos semanas se nombró un comisario”.

Lejos constituir el final de un proceso, la llegada del comisario es sólo el principio de un tiempo de reflexión profunda y purificación, cuyo resultado más tangible no puede ser otro sino el de la apertura a una nueva generación de superiores. Sin mancha y con la autoridad moral suficiente para transitar los derroteros de una verdadera reforma.
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