VATICANINSIDER/ UN CENTRO DE REFUGIADOS DESPUÉS DEL PAPA: “NO TODO ES XENOFOBIA” @sacroprofano
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ / @sacroprofano
CIUDAD DEL VATICANO, ITALIA.- “No todo es negativo, no todo es xenofobia”. En Italia, como en toda Europa, la migratoria es una cuestión espinosa. Genera acalorados debates, mucho más mediáticos que reales. En el corazón del Lazio, la céntrica región italiana, un sacerdote mexicano afronta la emergencia refugiados. Lo hace a su manera, apelando a la fraternidad. “No es fácil”, reconoce. Y recuerda el paso de Francisco, en la Semana Santa de 2016, por ese centro de asilados que se encuentra justo frente a su parroquia. “Tras la visita del Papa, el ambiente es distinto”.
Cada mañana desde la ventana de su habitación, José Manuel Torres Origel, puede divisar el CARA de Castelnuovo di Porto. Un “Centro di Accoglienza per Richiedenti Asilo”, por su nombre en italiano. Institución para refugiados al norte de Roma, un preciso entramado de alineadas bodegas de metal. En los días despejados, su color gris y su forma rectangular, contrastan dramáticamente con el paisaje a su alrededor, campos verdes y colinas a lo lejos.
“Tiene capacidad para mil 200 personas pero en realidad hay unas 800 o 900. Muchas familias de distintas religiones, vienen de Asia y de África, requieren una gran atención de todo tipo. Nosotros contamos con muy poca gente para ayudar”, explica al Vatican Insider este religioso de los “Siervos de Jesús”, que desde hace seis años presta servicio en la parroquia Santa Lucia.
Desde su llegada a ese templo de la diócesis de Porto Santa Rufina como auxiliar, asumió el reto de atender el CARA. Espiritualmente “tierra de nadie”. Entonces, ni siquiera el párroco local asistía regularmente a la institución. Él decidió asumir el desafío. Cada miércoles por la mañana asiste al centro de detención para organizar actividades o, simplemente, acompañar a los internos.
No le resulta fácil, el idioma es el principal obstáculo. Muchos no comprenden el inglés, otros ni siquiera son cristianos. “Están detenidos porque no tienen los papeles en regla y pasa un tiempo para que el Estado italiano reconozca su situación migratoria, para ver si pueden conseguir el permiso para estar aquí o irse a otro país con una condición legal”, precisó, en entrevista.
Muchos de ellos provienen del África subsahariana, de países como Nigeria, Ghana, Eritrea o Senegal. Otros de Medio Oriente: sirios, paquistaníes, iraquíes. Es difícil establecer largos vínculos, la mayoría se van de repente cuando obtienen sus papeles o, directamente, se escapan. “No cuentan sus historias porque tienen miedo, normalmente los escuchan las personas dedicadas al trabajo social o las psicólogas, porque muchos están deprimidos”, siguió.
Por eso, el sacerdote decidió recorrer otro camino. Ideó encuentros para compartir las culturas. “Para divertirlos con algún animador de la Cooperativa Social Auxilium, responsable del centro. A través del juego bajan las barreras lingüísticas, sobre todo con los niños de Siria que rápidamente sonríen, con ellos sus papas, se integran y todo se vuelve más fácil”, insistió.
Además, invita a quienes quieran a asistir a la parroquia para que mediante convivencias puedan pasar momentos de alegría en medio de los dramas que viven tras haber dejado su tierra y su familia por un destino final que, muchas veces, no tienen claro cuál es.
El mismo Papa se interesó de aquella realidad y decidió celebrar la misa del Jueves Santo de 2016, con el tradicional lavado de pies, en el CARA. Saludó de mano a los huéspedes y le entregó, a cada uno, una felicitación de Pascua con una ayuda económica.
“Estaba muy feliz y al final dijo que tenemos tantas diferencias, pero estuvimos todos felices porque en el fondo buscamos la paz que otros no quieren. Desde entonces yo he visto que en este centro hay un ambiente diverso, se nota que dejó algo. Muchas personas se confesaron antes de esa misa, muchos trabajadores, es un ambiente muy interesante”, precisó.
Dentro de la estructura existen espacios improvisados para la oración. Una mezquita funciona en una sala, en otra –muy oscura- se reúnen los cristianos por turnos, las ceremonias de los pentecostales son ruidosas. Esporádicamente organizan una oración interreligiosa, con presencia de coptos eritreos e imanes musulmanes.
El padre José Manuel no deja de recordar a su México. Muestra con orgullo una imagen de la Virgen de Guadalupe que colocó en la sacristía de su parroquia; mientras en su oficina destaca un reloj de talavera poblana y unos chiles se observan al ingresar en su cocina. Para él, existe una dramática similitud entre los refugiados africanos y los migrantes que intentan ingresar a los Estados Unidos.
“Siempre he pensado que existe un enorme paralelismo entre la situación de la frontera norte en México. Muchas veces las personas van por la necesidad de un futuro, van detrás de un sueño americano que no existe y terminan mal, en esclavitud como sucede acá también, donde son explotados, no encuentran la vida mejor que buscaban, como la habían soñado”, contó.
Y añadió: “Tenemos que ver cómo las ayudamos, como en México y en tantas partes. No es sencillo, es más fácil sacarse de encima a estas personas diciendo ‘este no es mi problema’ y se acabó, como han hecho muchos países europeos al cerrar las fronteras. Esa intolerancia se paga mal, como el famoso muro de (Donald) Trump, es una situación semejante a la que ocurre acá”.
Reconoció que entre los italianos existe ignorancia y prejuicios alimentados por los medios de comunicación. Pero también destacó que algunos de ellos son “conscientes y sensibles”. “No todo es negativo, no todo es xenofobia. Cuando conocen a las personas cambia todo”, consideró.
Si bien aceptó que diversas corrientes políticas están interesadas en rechazar a los migrantes como si fuesen una amenaza para Europa, otros los ven como una “oportunidad de oro” para la integración, para ver con realismo un futuro multirracial y multicultural. Al mismo tiempo sostuvo que lo mejor sería que los migrantes pudieran ser ayudados en sus lugares de origen, prioritariamente.
Más adelante aseguró que la palabra del Papa tiene gran influencia en las instituciones, en medio de un escenario complejo. Por eso señaló: “Hay personas que creen irresponsable acoger así nomás a las personas cuando no estamos preparados. Pudiera ser, pareciera que tuvieran la verdad desde su óptica cerrada, no caritativa, porque la caridad es otra cosa, en cierto sentido es una locura. Es decir: ‘A ver cómo le hacemos porque tú eres de mi familia’. No, es ver fríamente que tu no entras en mis cálculos y es mejor que te vayas. Eso no es la caridad, la caridad es ver cómo vamos a arreglar esta situación, ese es el espíritu del evangelio que mueve a Francisco”.